20 de septiembre de 2011

"LA CABEZA DEL DRAGÓN" EN MANOS DE LA ESCUELA NACIONAL DE TEATRO


Introducción

Esta entrada, es la misma que presenté hace dos semanas. ¡Qué mal estaba! Pido disculpas: La he reparado en la redacción y en la articulación de un par de conceptos mal hilvanados.

Los que quieran leer sólo la crítica teatral, hagan click aquí.

Sobre el autor



Don Ramón, izquierdista, bohemio y gallego, ¡hombre!
La obra pertenece al gallego Ramón del Vallé Inclán (1.866-1.936), hombre de izquierda y bohemio, militante del Partido Carlista (socialista, autogestionario y federalista, para más datos). Estuvo por Bolivia, en la primera década del siglo XX encendiendo los ánimos de los y las anarquistas, a través de charlas que dictó, entre otros sitios, en la UMSA.

Antecedentes para entender la obra

La obra la "Cabeza del Dragón", es una "farsa" (y esta palabra es suficiente para todo artista que busca burlarse de todos y de todo), pues, denuncia el hecho que el mundo esté repleto de valores chuecos. Tal el caso del “farsante” Frank Zappa: "La sociedad paga para tener un sistema educativo de mierda, porque mientras más idiotas salgan, es más fácil venderles algo, [el asunto] es transformarlos en dóciles consumidores, o empleaduchos. Graduados con títulos sí, pero con nada en la cabeza, que creen saber algo pero que no saben nada. ¿Qué música escuchan? Mis discos seguro que no". 


También Nicanor Parra: "Hasta cuando siguen fregando la cachimba, yo no soy derechista ni izquierdista yo simplemente rompo con todo. ("Artefactos").


Nicanor Parra, creador de la antipoesía
Se entiende que también, tal es el caso de la obra "La cabeza del Dragón". Originalmente Ramón la planteó como un cuento infantil, pero luego, la volvió obra de teatro, para que los niños y niñas sepan desde pequeños, qué es qué en política, riéndose de aquello que hace sufrir y llorar a sus mayores.

La obra en sí misma

Juglar y príncipe (Jorge Valverde y Hugo Velásquez)
La obra relata los avatares del príncipe “Verdemar”, que lo muestra como un "reducto humano de dignidad”, a diferencia del resto, (“malvado” incluido), para quienes “la posesión de espadas y sables de cartón, les sirven para presumir de caballeros”.
Pero Verdemar, no es un príncipe el montón -no, no, no- es un traidor de marca mayor: A su padre, a su madre y a su reino, prófugo de la justicia: La mala calaña en persona. Con esa pobre hierba, sin embargo, decide casarse la ingenua princesa “Infantina”, como pago por evitar que el dragón se la coma, como era ya su costumbre. ¡Vaya pago! También está el rey, un enamorado del poder; la reina una egoísta;  el terrible "rufián", una hoja que tiembla ante su mujer.

3 de septiembre de 2011

LA ESCUELA NACIONAL DE TEATRO DE LA CIUDAD DE SANTA CRUZ

UNA NUEVA GRAN AVENTURA PEDAGÓGICA



Mi amigo Marcos Malavia, director de la Institución, me ha invitado a “dictar la materia de pedagogía”, necesaria para obtener la licenciatura, en la Escuela Teatro de la Universidad Católica, situada en la Ciudad de Santa Cruz. La cosa está en que “los estudiantes aprendan a elaborara un programa de estudios, uno cualquiera, para que puedan guiarse por él y enseñar, luego, con facilidad”. Eso es lo que se me pidió. Que la muchachada comprenda algunas conceptualizaciones, maneje sus partes componentes, unos ejemplos prácticos y listo. Pero no. El docente, o sea yo, tenía que preguntarse: ¿Hay realmente una relación entre el estudio del teatro, el diseño de planes de estudio, y la vida, en este caso la cruceña? ¿Era necesario preguntarse esto? Pos, no lo se. Pero este el tema de la nueva aventura que iré relatando a mis amables lectores, a medida que se vaya desarrollando.

¿Qué tiene que ver el teatro cruceño con la pedagogía?

Todo y nada. El teatro no es como la ingeniería o la sociología, duras y concretas. Hasta donde se, se trata de que el escenario (el espacio donde se presentan las obras),  se convierta en un mundo nuevo, cautivante y convincente, como resultado de la interacción entre la imaginación (de actores, autores y directores), y las “tablas”. Al menos esa es mi experiencia. El teatro es deambular por los pasadizos secretos que han diseñado los autores para que los actores y directores los recorran, con la esperanza de mostrar al público cómo es, en realidad, el mundo, esa gran verdad oculta que, los abocados a la ciencia también la asechan, aunque desde una otra esquinita.
De seguro que no todos los estudiantes pertenecientes al grupo son EXPLORADORES y VISIONARIOS, pero ¿cómo podría saber de antemano cuál es cual? Así que, como todo profesor que le ha echado unas copitas con Rousseau - el amante de la libertad - confío profundamente en las personas... hasta la idiotez. Así que sin mayores miramientos, convoqué a todos los miembros del grupo, a ser parte de este gran acto didáctico.

Pero, guaguay: ¿Cuál acto?

Para empezar, la “materia” se llama pedagogía y el “diseño de programas”, es un tema de la didáctica.  Si deseas diseñar un currículum entonces, claro, estás en la pedagogía, pero ese, aparentemente, creo que ese no es el caso. Para mí, es evidente que la persona que construyó el Plan de Estudios de la Escuela de Teatro, es más poeta que educador. Hay una confusión entre las dos partes que componen la educación. Entre estudios y prácticas destinados a mover a los pueblos (herramientas de sabios dirigentes de los pueblos), y otros similares que, bajo la batuta de ese dirigente, organizan los docentes, para adaptar a la gente a esa conducción.

Ahora bien, una cosa es añorar que la gente se adapte y otra que lo haga. Pero pedirle a los y las teatreros que se ADAPTEN, es partirles el alma, es destruir la sensibilidad que Bolivia necesita para comprender lo que le pasa. ¡No sería capaz de semejante acto criminal! Por este motivo, decidí abordar el tema desde ambos extremos, didáctica y pedagogía, al mismo tiempo, asumiendo que el punto de encuentro entre educación y teatro estaría en el drama.

Teatro y educación se aman, de ocultitas, bajo las sábanas del drama.

Si los políticos sabios usan a la educación para mover a la gente, el drama convierte a esos  movimientos en meandros, acudiendo para ello a la simbolización. Si los primeros, para menear la pomada, tienen la obligación de inventarse acciones, instituciones, políticas y movimientos, éstos crean o recrean esos actos, en verbos, prosodias o nuevas maneras de acentuar las frases, pues estiman que ese es el camino para mostrar lo que se gesta aunque aún nadie lo ve. Pero, y este pero es de oro: Si lo logran, es punto para el arte. ¿Acaso no es ese el caso el poema "Gamonales" de Jorge Luís Lucsik, del álbum "Maya" de Wara o de las pelís de Jorge Sanjinés?

En verdad os digo: Los unos se mueren por crear nuevos actos en la gente, los otros, en descubrir en ellos, su secreto. El quid para los artistas, está en agarrarlos y llevarlos al mundo del plástico (CD, celuloide o Internet). Si se lo logra, entonces es posible que se logre conmover a los pueblos. El asunto está entonces, en convocar a los espíritus que cuidan los resquicios de las prácticas cotidianas, para descubrir los secretos de su pasado e intentar observar su guiño de futuro.

Fue un poeta del Kemét (Egipto Antiguo), el que comprendió, antes que nadie que el cuerpo humano (jat), era la suma de siete espíritus presentes en él: Un cuerpo (sahu), un espíritu (ba), un doble (ka), una inteligencia (ju), una sombra (jaibit), una forma (sejem), una mente (ib), y un nombre (ren).


Fue un otro poeta, gualaycho esta vez, del pueblo andino "Chiripa", el que descubrió que los actos de las personas, encerraban la presencia simultanea de varios mundos ignotos y que nos lo mostró en la franca sonrisa de un bajorelieve, mueca que ya dura milenios. Fue también un creador, un orfebre, el que comprendió que en las manos de algún “gran alfarero” estaba el secreto de los hombres - y también de las mujeres, para que no me tilden de “machisto” - aspecto que hoy se ha transformado en taciturna reflexión de los cristianos.

Y no se podría pensar, digo yo, que la ciencia sea, en realidad, una “inspiración” que nace en estas “verdades”. En efecto, Aristóteles le dota al ser humano de alma y de cuerpo, pero aclarando que si bien su alma tiene vida, es en potencia, o sea “ju e ib al mismo tiempo”. O al desparpajo “científico” actual de J. B. Watson, con sus tres áreas de la conducta humana: cognoscitiva (“ba”), afectiva (“aj”) psicomotriz (“ka”).

Pues bien, con ese ímpetu avanzo, pero les advierto que el grupo aún sigue leyendo el programa y aún no lo han aprobado: ¿Lo harán?

JORGE DÁVALOS: ESTÉTICA DEL ELEMENTO CÁRNICO

En un ambiente pictórico raro y semioscuro, el gris y el rojo sucios se mezclan con trozos de carne, de grasas, de caras y de cuerpos despar...