21 de septiembre de 2015

SAYA TAMBOR MAYOR + MAMBO KINGS

La presentación se inició con un solo ejecutado por Jorge Echazú, en tres tambores largos unidos entre si horizontalmente. Jorge los llama “batas”, pero bien podrían ser “derbakes”. Terminada su faena, convocó al resto de la tropa al escenario, haciendo su aparición la “Saya Tambor Mayor” y “Mambo Kings” (Ever Peredo, Daniel Segada, Ramón Zuñiga y Juan Pereira), y con ellos: Carla Casanovas y Carlos Zampoña. 

Saya Tambor Mayor, Carla, Jorge y el joven de la poesía

Pero también resbaló junto a ellos un joven desgarbado que, micrófono en mano, nos espetó una rogativa dedicada a deidades desconocidas en nuestro medio, en una lengua igualmente ajena. A su conclusión, se desplegó una canción de inocultable raíz africana o bahiana o jamaiquina, cuyas estrofas las cantó Jorge y los coros, a varias voces, el grupo de hombres y mujeres que no dejaban de mecerse, airosos, al ritmo. 

Un coro de buenas voces I
Este mismo esquema se repitió varias veces y en todas ellas, ingresó un bailarín o bailarina, para acompañar la ejecución musical. Primero fue un arlequín de rojo y negro, luego una bailarina vestida de amplio vestido blanco que le permitía exhibir el cuerpo y las piernas, un muchacho con el torso desnudo y de porte y baile felinos, después otras varias reinas vestidas de negro, oro y verde. A veces la forma recitada de la rogativa adquiría la del rap, la forma musical de la cultura hip-hop. 


Carla metiéndole con entusiasmo a la obra
El cuarteto de jazz, intercaló su impronta musical de manera armoniosa, distinguiéndose la ejecución del saxo. Ya casi al final entraron al escenario tres percusionistas, uno cubano otro peruano y un tercero boliviano (Alfonsito Contreras, Leo Egusquiza y Gabriel Ortuño), con sus respectivas congas y entre todos le metieron con tutti fiocchi, a la apoteosis final: La saya. Empezaron a cantarla y bailarla la gente del escenario pero que pronto incendió todo el teatro. El entusiasmo aumentó cuando los artistas de la “Saya Tambor Mayor”, bajaron al escenario para incentivar el ambiente de fiesta.


En líneas generales una presentación distinta. Frente a las sesudas obras de Rojas, Takesi o Schärli, la de ayer era el canto al cuerpo. Fue una ensalada que juntó los sabores del jazz, la música negra americana y la saya. En realidad, más que salsa, asistimos a una ceremonia. 
Un coro de buenas voces II
Y ya que tocamos este asunto, creo que valdría la pena preguntarnos por el origen de las deidades homenajeadas. De entrada, no eran las del sincretismo católico yungueño. Lo mismo vale para los disfraces de los bailarinas y las formas musicales asumidas. ¿Se trata de entonces, pregunto, de un intento por volver a crear, recrear, la religión y el folklore yungueño nuestros (ir a la semilla) o más bien de un viaje al mundo del espectáculo?

P.D. No comentamos nada de Silvana Marrero y Carlos Darakjian porque interpretaron música popular rioplatense. Tampoco de la Big band y Gustavo Orihulela Quartet, por que cuando llegué el viernes a la boletería ya no habitan entradas.

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