9 de marzo de 2021

MI AMIGO FREDDY AMUSQUIVAR ULLOA

Con Freddy Amusquivar Ulloa nos conocimos en el Colegio Experimental Hugo Dávila, el año 1964. En ese entonces esta institución educativa era muy apreciada por ser parte de la obra arquitectónica y pedagógica de los EE.UU. en el país. Sin embargo, en cuanto pudo, el Ministerio de Educación (ocupado ideológicamente por el sindicato de maestros), borró su calidad educativa. Es así que del “aprendizaje experimental” (J. Dewey), sobre el que se basaba el Colegio, se pasó a la tradicional repetición de lo que estaba escrito en los libros o lo que decía el profesor.
Foto tomada en el Colegio. De arriba hacia abajo: Manuel Vaca; Jorge Torrico;
Luís Martínez y Freddy Amusquivar
Como nuestros apellidos (Amusquivar y Alcoba), comenzaban con A, a veces, nos sentábamos juntos, pero de alguna pequeña charla no pasábamos, pues él se arrimaba al grupo de “los muchachos del río” del cual era parte (ver foto) y yo prefería andar con las chicas del curso. Al año siguiente Freddy se salió del Colegio por motivos que nunca quiso rebelarme.
Su seguro serviduro con mis dos compañeritas de curso: Vickky y Vivi
Nos volvimos a encontrar en “Teatro Estudio” en 1969 bajo circunstancias distintas. Él había llegado hasta el templo de Melpómene por su amor a las tablas (si quiere más información al respecto, la epopeya está relatada en su libro “El tropel del grillo”) mientras que yo andaba buscando cultura, como sea. El grupo estaba dirigido por Eduardo Perales Sánchez (Edpersan). Disculpe esta pequeña digresión: Teatro Estudio se caracterizaba por montar obras de carácter vanguardista, razón por la cual fue dos veces premiado (al mejor actor – José Luís Cassis – y al mejor director – Edpersan) pues la Alcaldía Municipal de La Paz apreciaba mucho su labor. Este detalle lo indujimos con Freddy paseando por El Prado. 

Para corroborar lo dicho, la obra en que trabajamos juntos fue “La creación” de Fausto Arellano Guerra, un ecuatoriano curtido en el arte de las tablas. La obra estaba pensada para dos actores y la ejecutamos con mucho cariño, bajo la dirección de Eduardo. Si bien algo sabíamos, diez y seis años más tarde, el 2015, nos dimos cuenta que, de manera algo ingenua, nos habíamos embarcado en la representación de una obra de perfil irreverente y antirreligioso.
Eduardo Perales Sánchez el director de Teatro Estudio
Si quiere ver fotitos de La Creación:
Con Freddy Amusquivar en "La Creación" (foto de Mauro)
La presentación fue del agrado de Fausto y de Mauro (un asilado brasileño en nuestro país que trabajaba como fotógrafo), de manera tal que nos propusieron, a Freddy y a mí, montar “El uniforme vacío” una obra antimilitarista escrita por Fausto Arellano. Era todo un reto, que yo acepté de inmediato pero que Freddy no quiso. Me alejé de Teatro Estudio y formé el “Grupo Teatral Naira”. Bajo la guía de Fausto aprendimos la corriente del “teatro popular”, que pisaba fuerte en América Latina: Gimnasia teatral, preparación del actor y a valernos de nuestros cuerpos para cualquier circunstancia, pues no podíamos contar en que siempre habría siempre un escenario o vestuario.

Por su lado Freddy, que también se había alejado de Teatro Estudio, le metió a fondo a la onda del “teatro popular”, formando grupos por todo lado. Este periplo él lo relata de manera graciosa en el libro ya citado.
La vida nos volvió a reunir el año 2015. Para saciar nuestras ansiedades peripatéticas, nos reuníamos para charlar sobre teatro y pronto aparecimos navegando por el proceloso mar de la sociología y la educación. Leímos a Günder Frank e Immanuel Walerstein. Tampoco escatimamos esfuerzos para rastrillar a fondo todo el Proceso de Pisa, especialmente su batería de test y sus criterios evaluativos. Nos reuníamos dos o tres veces por semana ya sea en un parque o en el Café Universitario. Nos volvimos compañeros.
Freddy Amusquivar, Willy Pérez (Director del Teatro de la UMSA) en el Café Universitario
Sus experiencias educativas en el Colegio Nocturno Germán Busch” fueron nuestra base fáctica de referencia. Discutíamos las obras de teatro que él montaba con los estudiantes, las connotaciones educativas de llevar una clase por una vía o por otra. El afecto que tenía por sus educandos hacía que su rostro se iluminase. De hecho, la primera parte de mi último libro “El litio, un pecado epistemológico boliviano” lo escribí a pedido suyo, pues pensaba utilizar la información en sus clases.
En el Merlan. Una de nuestras ultimas fotos
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1 comentario:

Unknown dijo...

Siento mucho tu perdida, por lo que leo fue una persona muy especial en tu vida. Que lindo debe ser tener un amigo como tu.

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