La exhibición grita que, bien vistas las cosas, eso es lo que todos somos: Una democracia horrenda si es que se quiere llevar las cosas a sus límites extremos.
La exposición no convoca – ni intenta convocar – a ningún dios pues incluso el más triste de todos dio piel a sus hijos precisamente para cubrir sus órganos rojos. Tampoco enaltece el poderío sexual del diablo. Exacto: ¿Con qué parte de nuestro bofe podríamos atacar a nuestra compañerita?
Todo lo que logra la muestra es hacernos ver la vida con recelo y eso no nos hace más fuertes.