Entre los años sesentas y setentas se sucedieron en América Latina duros “golpes militares” cuyas flamantes dictaduras, para no caerse del poder, se veían obligadas a hacer un uso desmedido, y a veces incontrolable, de la violencia. De esta manera acallaban a los descontentos, principalmente estudiantes universitarios.
Por un lado, estaba la labor de represión de las protestas callejeras y por el otro, la reservada y secreta para los reincidentes. Para llevar a efecto esto último, el régimen, por lo general, contrataba “personal especializado” en la tortura. Este es el caso de “Filho dada” que es empleado para dirigir un grupo de “paramilitares” que deberán ocuparse del asunto.
Pero la obra de teatro no quiere inducir al espectador a condolerse del torturado que yace ahí, tirado al costado en un camastro. Sino que busca algo más difícil: Que el actor logre que el público no sólo comprenda al torturador, sino que consiga apreciar su alma tortuosa que, en este caso, es el de un ser deformado por la cojera.
¡Menudo trabajo que el actor lo logra con creces! Moviéndose con dificultad de aquí para allá, expresando sus reflexiones unas veces tranquilas otras violentas y ejecutando con placer sus labores de tortura en el cuerpo del torturado.
La presentación del drama estuvo rodeada de un ambiente pintado de azul, sombrío y oscuro, sólo iluminado por una luz lateral.
Franz Pando es el nombre del soberbio actor que convenció a la concurrencia con su actuación.
La obra “Filho dada” ha sido escrita por Roberto Laserna, dirigida por Guido Arce y actuada por Franz Pando
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