15 de octubre de 2011

"APARAPITA" DE MONDACCA/TEATRO


“Yo mismo no lo sé, como así pasaría la cosa…”

En cuanto supe que había una obra de Saenz, montada por Mondacca Teatro, en el Municipal, sentí cómo me invadía el alma el dulce sabor de la muerte, quiero decir de la suerte... de ver nuevamente, de cerca, a la muerte. Esperé las ocho de la noche, en mi sitio preferido de galería: Al lado del cañón de luz, apoyado en la barra. Ya había visto sus anteriores montajes “saenesianos” y me deleitaba con el ambiente mortuorio de las presentaciones. También sucedió esta vez. Pero a media función se me ocurrió pensar que quizá, en realidad, estaba gozando de la prosa y no de la puesta en escena.

Todos los subtítulos entrecomillados de este post ,  han sido tomados, 
casi en su totalidad, de la “Carta de Jaime Saenz  a Ricardo Bonel”. 
Revista: La Mariposa Mundial. Pág. 169. La Paz. 2.010.
Terminé de ver la función con más atención y creo que la cosa terminó con sabor a poco. A continuación les presento mis cavilaciones, principalmente sobre la adaptación y la dirección de la obra de teatro: “Los aparapitas… para leer Felipe Delgado de Jaime Saenz…”. “Fragmentos de la novela Felipe Delgado (1era. Parte)”. La adaptación le corresponde a David Mondacca y la dirección y puesta en escena a Claudia Andrade. En el programa, al final, además se lee: “[…] se han elegido fragmentos, para contar [la novela] y para provocar la lectura […].

“La sustancia poética ha de nutrirse de la conjunción del morir y del vivir”.


Para gustar de Saenz, ayuda el ser paceño. Y esto, porque la Ciudad de La Paz es un personaje central de su novela “Felipe Delgado”. Este autor sabía que “Chuquiago Marca” (el otro nombre de La Paz), era una enciclopedia escrita a varias manos. Especialmente su tomo central - La Plaza de San Francisco - que está llena de huellas de encuentros de amor y de desesperanza entre nativos y españoles; pongos y oligarcas; artesanos y liberales; y, en los últimos años, entre migrantes, obreros y comerciantes, y citadinos de la clase media.
Esto explica la yuxtaposición de calles estrechas e iglesias viejas, al lado de la moderna Plaza de San Francisco, en cuyos recovecos, de todas maneras, sigue viviendo el alma paceña. Para mi, que San Francisco es una “conjunción”, donde la ciudad nace y muere constantemente.

“El poeta no tiene por qué imaginar nada [sólo] acercarse a la realidad verdadera, acercarse a la realidad humana”.

 “Felipe Delgado” nos presenta los recodos, las “conjunciones”, que el autor logró descifrar, para que aprendamos a amarlos(as). Pero no se vaya a creer que Saenz es el único: No. Hay una longitud altanera de paceños exploradores de huecos: Luis Llanos Aparicio, Gustavo Adolfo Otero, Ismael Sotomayor, Rosendo Gutiérrez, Zacarías Monje Ortiz y otros. A unos les gusta la “descripción” y a este otrito, la “conjunción”, que es su manera de entregarnos su “sustancia poética”. Para el caso, cabe señalar, que la novela está ambientada en los primeros quinquenios del siglo pasado, antes de la Guerra del 35.

“Acercándonos a las conjunciones”

Con este árbol de rincones dentro del pecho,  fui a ver la obra “Aparapita” y me temo que no encontré arcanos, sino una serie dispareja de estampas y subrayados de la novela (“fragmentos” se los denomina en el programa). Ahora bien, es posible que insistir en mirar la obra de Saenz desde las “conjunciones” no sea ni el único ni el principal modo de entenderlo, pero creo que por ahí va la cosa… por lo de la “carta a Bonel”. 

“Unir ‘fragmentos’ es también una obra de “alquimistas”


Permítanme presentarles, primero, algunos “fragmentos” que guardan relación con la novela:

  • La primera y terrible aparición del “fantasma” que, sin embargo, en vez de cagarse en el escenario (como debía de ser), dejó caer una soga entre las piernas: Majadería misma. 
  • La aparición de una mujer de estricto luto, con su muñeca también de negro. Nadie, de buenas a primeras, podría haber identificado a la señora, a no ser que hubiese leído la novela, por lo menos dos veces. Con alguna duda, me atrevo a decir que era Ramona. No estoy seguro, a pesar de la charla que sostiene Felipe con ella. Qué digo charla: Fue una expectoración sofocante de parlamentos, dichos con rapidez y sin mayor expresión.

Ahora los “fragmentos” que no siguen la novela (escenas llenas de juego y muy bien realizadas):

  • La muerte ritual de Ordoñez, en un féretro formado por los mantos de los aparapitas.
  • La emoción de los aparapitas en el entierro de la niña, su delicadeza al cargar el ataúd.
  • Las honras fúnebres, que se celebran con una borrachera general: El infierno en la tierra.
  • La transformación de Felipe en aparapita y su partida final hacia el reino de la luz, liderizando al resto de los cargadores que se marchan detrás de él. (No sé por qué esta escena me hace recuerdo a Marcos Malavia).

Ni sustancia poética ni conjunciones ni realidad humana ni alquimia.

La "sustancia poética" de la Ciudad de La Paz

Esta escena final, la de la conversión de Felipe en aparapita, es la más desastrosa, desde el punto de vista de la adaptación. Plantea una interpretación de la obra de Saenz, que me parece poco delicada. ¿En qué texto se da a entender que los aparapitas fueron el norte simbólico de La Paz? La cosa llegó a tal extremo que, en las discusiones posteriores a la presentación de "Aparapita" y, a pesar de la intensa lluvia, fue difícil convencer a muchos “saenesianos” que cursan las primeras letras, que los aparapitas no son lo central de su obra sino, al parecer, las "conjunciones". La conclusión a la que llegamos fue que se extractaron los “fragmentos” pensando, primeramente, en el espectáculo. De allí el carácter un poco indolente de la adaptación.
Pos’ tons’, viendo el cariz que van tomando las cosas, vale la pena preguntar: ¿Por qué justo los “fragmentos” que no siguen a la novela, son los mejor montados? Y la respuesta más factible, es que hubo una adecuada dirección . Y la prueba estaría en que alguien, al darse cuenta del lío - posiblemente la directora - trató de resolverlo zurciendo las aristas con aparapitas. Una buena idea, sin duda. Pero lo que se logró, fue resaltar los parches en toda su fealdad, exactamente como el saco de falso aparapita de Felipe.

Las "conjunciones",un intento de explicación: “La contigüidad de la muerte es la suprema gracia que puede esperar el artista”


El muy afrancesado barrio de Sopocachi, es obra de la oligarquía de la plata. El de San Pedro es, más bien, obra de los terratenientes y de la gente de la clase media. Sin embargo, ambas fracciones sociales siempre estuvieron aliadas a la hora de defenderse o de atacar a la gente que vivía en los bajos fondos de la Ciudad: De San Francisco pa’llá. 
Estos encontronazos - “culturales” los llaman hoy en día - son los que explican, como ya lo dije, a la Ciudad. Quiten ustedes, mentalmente, a una de las partes y chau Ciudad. 

¿No me creen? Veamos algunas pruebas:

Cuando nuestros abuelos - de niños, de jóvenes o de viejos -  iban al Templo de San Francisco, de alguna manera, jugando, rezando, ocultándose para no caerse, terminaban apoyándose en sus columnas y paredes. Por eso están hoy negras de grasa humana, manchas de manos muertas y que, sin embargo, siguen ahí, vivas.
Prueba número dos. Fíjense en las piedras de los muros del Templo. Llevan signos: Un cuadrado, una raya, un círculo. Todos ellos, han sido labrados por los albañiles nativos que, en ese entonces, trabajaban en la construcción del mismo. Ahora bien, todos sabemos que dichos albañiles ya están muertos, pero sin embargo siguen vivos, en cada marca.  Han pasado a la eternidad, junto con los españoles y nuestros abuelos. 
Prueba tres. Hoy ya no hay el “Merlan” de adobe, sino uno de cemento. Pero las “caseras” siguen ahí, esperándonos con sus platillos de origen indígena: El “charquecan” y el api y los criollos: La “sajta” o el “fricase”.

Esto era lo que debía aparecer, a mi juicio, en la obra de teatro que comentamos.

“Algo que encuentras en el más allá que no hay” (eso es el currículum paceño)


La Calle Zoilo Fores, aunque no lo crea

¿Es posible pensar en diseñar un currículum de la educación superior paceña, al margen del alma paceña?: Verdad que no. El problema es cómo “lo" metemos al alma en el currículum. Y este es un reto para docentes alquimistas, es decir para docentes poetas.

20 de septiembre de 2011

"LA CABEZA DEL DRAGÓN" EN MANOS DE LA ESCUELA NACIONAL DE TEATRO


Introducción

Esta entrada, es la misma que presenté hace dos semanas. ¡Qué mal estaba! Pido disculpas: La he reparado en la redacción y en la articulación de un par de conceptos mal hilvanados.

Los que quieran leer sólo la crítica teatral, hagan click aquí.

Sobre el autor



Don Ramón, izquierdista, bohemio y gallego, ¡hombre!
La obra pertenece al gallego Ramón del Vallé Inclán (1.866-1.936), hombre de izquierda y bohemio, militante del Partido Carlista (socialista, autogestionario y federalista, para más datos). Estuvo por Bolivia, en la primera década del siglo XX encendiendo los ánimos de los y las anarquistas, a través de charlas que dictó, entre otros sitios, en la UMSA.

Antecedentes para entender la obra

La obra la "Cabeza del Dragón", es una "farsa" (y esta palabra es suficiente para todo artista que busca burlarse de todos y de todo), pues, denuncia el hecho que el mundo esté repleto de valores chuecos. Tal el caso del “farsante” Frank Zappa: "La sociedad paga para tener un sistema educativo de mierda, porque mientras más idiotas salgan, es más fácil venderles algo, [el asunto] es transformarlos en dóciles consumidores, o empleaduchos. Graduados con títulos sí, pero con nada en la cabeza, que creen saber algo pero que no saben nada. ¿Qué música escuchan? Mis discos seguro que no". 


También Nicanor Parra: "Hasta cuando siguen fregando la cachimba, yo no soy derechista ni izquierdista yo simplemente rompo con todo. ("Artefactos").


Nicanor Parra, creador de la antipoesía
Se entiende que también, tal es el caso de la obra "La cabeza del Dragón". Originalmente Ramón la planteó como un cuento infantil, pero luego, la volvió obra de teatro, para que los niños y niñas sepan desde pequeños, qué es qué en política, riéndose de aquello que hace sufrir y llorar a sus mayores.

La obra en sí misma

Juglar y príncipe (Jorge Valverde y Hugo Velásquez)
La obra relata los avatares del príncipe “Verdemar”, que lo muestra como un "reducto humano de dignidad”, a diferencia del resto, (“malvado” incluido), para quienes “la posesión de espadas y sables de cartón, les sirven para presumir de caballeros”.
Pero Verdemar, no es un príncipe el montón -no, no, no- es un traidor de marca mayor: A su padre, a su madre y a su reino, prófugo de la justicia: La mala calaña en persona. Con esa pobre hierba, sin embargo, decide casarse la ingenua princesa “Infantina”, como pago por evitar que el dragón se la coma, como era ya su costumbre. ¡Vaya pago! También está el rey, un enamorado del poder; la reina una egoísta;  el terrible "rufián", una hoja que tiembla ante su mujer.

3 de septiembre de 2011

LA ESCUELA NACIONAL DE TEATRO DE LA CIUDAD DE SANTA CRUZ

UNA NUEVA GRAN AVENTURA PEDAGÓGICA



Mi amigo Marcos Malavia, director de la Institución, me ha invitado a “dictar la materia de pedagogía”, necesaria para obtener la licenciatura, en la Escuela Teatro de la Universidad Católica, situada en la Ciudad de Santa Cruz. La cosa está en que “los estudiantes aprendan a elaborara un programa de estudios, uno cualquiera, para que puedan guiarse por él y enseñar, luego, con facilidad”. Eso es lo que se me pidió. Que la muchachada comprenda algunas conceptualizaciones, maneje sus partes componentes, unos ejemplos prácticos y listo. Pero no. El docente, o sea yo, tenía que preguntarse: ¿Hay realmente una relación entre el estudio del teatro, el diseño de planes de estudio, y la vida, en este caso la cruceña? ¿Era necesario preguntarse esto? Pos, no lo se. Pero este el tema de la nueva aventura que iré relatando a mis amables lectores, a medida que se vaya desarrollando.

¿Qué tiene que ver el teatro cruceño con la pedagogía?

Todo y nada. El teatro no es como la ingeniería o la sociología, duras y concretas. Hasta donde se, se trata de que el escenario (el espacio donde se presentan las obras),  se convierta en un mundo nuevo, cautivante y convincente, como resultado de la interacción entre la imaginación (de actores, autores y directores), y las “tablas”. Al menos esa es mi experiencia. El teatro es deambular por los pasadizos secretos que han diseñado los autores para que los actores y directores los recorran, con la esperanza de mostrar al público cómo es, en realidad, el mundo, esa gran verdad oculta que, los abocados a la ciencia también la asechan, aunque desde una otra esquinita.
De seguro que no todos los estudiantes pertenecientes al grupo son EXPLORADORES y VISIONARIOS, pero ¿cómo podría saber de antemano cuál es cual? Así que, como todo profesor que le ha echado unas copitas con Rousseau - el amante de la libertad - confío profundamente en las personas... hasta la idiotez. Así que sin mayores miramientos, convoqué a todos los miembros del grupo, a ser parte de este gran acto didáctico.

Pero, guaguay: ¿Cuál acto?

Para empezar, la “materia” se llama pedagogía y el “diseño de programas”, es un tema de la didáctica.  Si deseas diseñar un currículum entonces, claro, estás en la pedagogía, pero ese, aparentemente, creo que ese no es el caso. Para mí, es evidente que la persona que construyó el Plan de Estudios de la Escuela de Teatro, es más poeta que educador. Hay una confusión entre las dos partes que componen la educación. Entre estudios y prácticas destinados a mover a los pueblos (herramientas de sabios dirigentes de los pueblos), y otros similares que, bajo la batuta de ese dirigente, organizan los docentes, para adaptar a la gente a esa conducción.

Ahora bien, una cosa es añorar que la gente se adapte y otra que lo haga. Pero pedirle a los y las teatreros que se ADAPTEN, es partirles el alma, es destruir la sensibilidad que Bolivia necesita para comprender lo que le pasa. ¡No sería capaz de semejante acto criminal! Por este motivo, decidí abordar el tema desde ambos extremos, didáctica y pedagogía, al mismo tiempo, asumiendo que el punto de encuentro entre educación y teatro estaría en el drama.

Teatro y educación se aman, de ocultitas, bajo las sábanas del drama.

Si los políticos sabios usan a la educación para mover a la gente, el drama convierte a esos  movimientos en meandros, acudiendo para ello a la simbolización. Si los primeros, para menear la pomada, tienen la obligación de inventarse acciones, instituciones, políticas y movimientos, éstos crean o recrean esos actos, en verbos, prosodias o nuevas maneras de acentuar las frases, pues estiman que ese es el camino para mostrar lo que se gesta aunque aún nadie lo ve. Pero, y este pero es de oro: Si lo logran, es punto para el arte. ¿Acaso no es ese el caso el poema "Gamonales" de Jorge Luís Lucsik, del álbum "Maya" de Wara o de las pelís de Jorge Sanjinés?

En verdad os digo: Los unos se mueren por crear nuevos actos en la gente, los otros, en descubrir en ellos, su secreto. El quid para los artistas, está en agarrarlos y llevarlos al mundo del plástico (CD, celuloide o Internet). Si se lo logra, entonces es posible que se logre conmover a los pueblos. El asunto está entonces, en convocar a los espíritus que cuidan los resquicios de las prácticas cotidianas, para descubrir los secretos de su pasado e intentar observar su guiño de futuro.

Fue un poeta del Kemét (Egipto Antiguo), el que comprendió, antes que nadie que el cuerpo humano (jat), era la suma de siete espíritus presentes en él: Un cuerpo (sahu), un espíritu (ba), un doble (ka), una inteligencia (ju), una sombra (jaibit), una forma (sejem), una mente (ib), y un nombre (ren).


Fue un otro poeta, gualaycho esta vez, del pueblo andino "Chiripa", el que descubrió que los actos de las personas, encerraban la presencia simultanea de varios mundos ignotos y que nos lo mostró en la franca sonrisa de un bajorelieve, mueca que ya dura milenios. Fue también un creador, un orfebre, el que comprendió que en las manos de algún “gran alfarero” estaba el secreto de los hombres - y también de las mujeres, para que no me tilden de “machisto” - aspecto que hoy se ha transformado en taciturna reflexión de los cristianos.

Y no se podría pensar, digo yo, que la ciencia sea, en realidad, una “inspiración” que nace en estas “verdades”. En efecto, Aristóteles le dota al ser humano de alma y de cuerpo, pero aclarando que si bien su alma tiene vida, es en potencia, o sea “ju e ib al mismo tiempo”. O al desparpajo “científico” actual de J. B. Watson, con sus tres áreas de la conducta humana: cognoscitiva (“ba”), afectiva (“aj”) psicomotriz (“ka”).

Pues bien, con ese ímpetu avanzo, pero les advierto que el grupo aún sigue leyendo el programa y aún no lo han aprobado: ¿Lo harán?

JORGE DÁVALOS: ESTÉTICA DEL ELEMENTO CÁRNICO

En un ambiente pictórico raro y semioscuro, el gris y el rojo sucios se mezclan con trozos de carne, de grasas, de caras y de cuerpos despar...