Empezaré con una verdad
que la hemos reflexionado poco: El trabajo para aliviar
el dolor de los enfermos mediante determinadas prácticas, existe en nuestro
Altiplano desde hace unos 30.000 años con éxitos y yerros. Pero sólo cuando los
seres humanos comprendieron lo que es la salud, instalaron establecimientos
para su atención y aprendizaje metódico.
En “occidente” por
ejemplo, la teoría y la práctica de la medicina se unían en la “Casa de
Sabiduría Dar al Hikma”, del Califato de Oriente (Siglo IX). Lo mismo se puede
decir de la Universidad Musulmana de Córdova, de la “Escuela de Medicina de
Salerno”, de espíritu laico, y de la Universidad de Salamanca (1.220), cuyo
texto único y obligatorio era entonces el “Canon de Avicena”.
Pero de esto, en la
América Española no había nada. Acá las universidades tenían el propósito de
proteger y propagar la fe. Tal el caso de la Real y Pontificia Universidad de
México (creada en 1.551 y que, valga la aclaración, no es la actual UNAM), allí
se estudiaba la cátedra de medicina,
pero no para ejercer la profesión, sino para dictar cátedra. Lo mismo sucedía
en las otras universidades sudamericanas donde se estudiaba medicina teórica, memorizando
el “argumento de autoridad”, para luego repetir la verdad revelada.
¡Pero cáigase de ojo!, la
Universidad de Charcas (1.624), donde sólo asistían las clases acomodadas, ni
siquiera contaba con la cátedra de medicina. Toda la institución tenía como
propósito el “ejercitarse en letras, virtud y hacerse capaces de las mercedes y
honras del rey, en lo oficios y dignidades de este reino”. O sea, arribista e
inútil.
Por si fuese poco, según
la clerecía, una sola universidad en Charcas era insuficiente y pensaban en abrir
otra semejante, en la Ciudad de La Paz. Casi al final del periodo colonial, las
autoridades eclesiales y políticas elevaron la solicitud. Pero el avance
impetuoso de la Guerra de la Independencia, cambió el curso de sus gestiones y
terminaron requiriéndola a la Asamblea Constituyente de 1.825 y al propio
Presidente José Antonio de Sucre.
Pero al ver que el
nuevo gobierno expropiaba iglesias y fundaba Escuelas de Artes y Oficios,
basados en sus ideales liberales, retrocedieron en su demanda pues, no vaya a
ser que se funde una al estilo europeo, al margen de la Iglesia y se les diese
por dedicarse al estudio de la filosofía y las ciencias, desde un prometedor
empirismo. ¿Cómo se resolvió el incordio? Ya se lo contaremos.