31 de octubre de 2014

EL REGRESO DE MIS MUERTOS

PARA EMPEZAR

Los muertos no viven, menos regresan, no podrían hacerlo. Son nuestros miedos los que les otorgan poderes y los honran: ¿por alguito ha de ser, no? 

Acá, en américa del sur, desde hace 30.000 años que somos “animistas”. Es nuestra “costumbre” el adjudicarles poderes especiales a las cosas en general. Por ejemplo, a las altas montañas pues almacenan muertos; a las hojas sagradas; al perforado por el rayo; a las piedras de una virgen que proporciona beneficios, etc. La única exigencia, es creer.

Todo empezó con el temor de nuestros(as) abuelos(as) “choquelas”, “urus”, “chipayas” y vaya uno a saber cuántos cientos de culturas más. Sentían temor a la noche, a la lluvia, al granizo, pero principalmente a las mazamorras, las inundaciones y a las sequías, causantes del gran misterio de la muerte. Como no la comprendían, la aceptaban como un estado latente que había que "cuidar", que quede “a la vista”, debajo de nuestras moradas o en los hoyos de las montañas. Pero, díganme, al final: ¿Nos cuidaban o los vigilábamos? En efecto, bien podría ser que, de alguna manera, los espíritus lograsen entrar en acuerdos con los espíritus del rayo, del arcoíris, o del granizo y regresasen, en ese ropaje, para vengarse, por el atrevimiento que tuvieron algunos de comérselos en un momento de hambre.

Con el tiempo, de la vigilancia “familiar”, pasamos a la época de los “yatiris”, hasta que comprobamos que ellos, por más rayos que tuviesen en el pecho, tampoco podían hacer mucho, pues los espíritus se manejaban de forma independiente. Este aprendizaje social cristalizó las condiciones psicológicas para el florecimiento de “Wankarani”, de “Chiripa”, de “Tihuanaco”, etc. y de sus religiones. Pero esto último, ocurrió hace muy poco tiempo, hace unos 2.000 años, que es menos del 1% del tiempo que estamos acá. Ni qué decir del cristianismo, que tiene menos duración que el resplandor de un fósforo encendido. 
¿Pero acaso ha desaparecido totalmente el “animismo” de nuestros pechos?

Ese el aspecto psicológico del tema. Sin embargo hay uno otro, tal vez más sabrosón: El ideológico. Los seres humanos necesitamos de la presencia omnipotente de un “espíritu”, que nos construya a su imagen y semejanza. Repito, vivimos en esta inhóspita meseta llamada “Altiplano”, desde hace 30.000 años. En ese tiempo, la meseta nos ha construido a su imagen y semejanza. Y si no me crees, mira el tamaño de tus pulmones, de tu corazón o la composición de tu sangre. El color y grosor de tu pelo, la forma atinajada de tu humanidad. Pero hay más. En todo ese tiempo, la meseta paso a ser “mi Altiplano”, los auquénidos “mis llamitas” y la “hoyada”, "mi La Paz". Por eso hacemos retornar a los muertos. Damos la vuelta al sentido del tiempo para vernos, asombrados, quiénes y cómo somos. Para chequearnos como nos movemos mientras venimos desde “allá a lo lejos”, verde pampita. En fin, desde que el altiplano se volvió Altiplano, gracias a nosotros. Sólo en esas condiciones, soy capaz de verme corriendo en medio de esas pajas y piedras. No soy un don nadie en el universo. Soy “mi La Paz”, soy “mi amado hermano choquela”, soy Sinchi” soy “Huayra”, soy “Ramirez” soy “Jorge Alcoba Arias, el andino.


Desde adentro, desde adentro,  
desde el fondo de un abismo,  
viene corriendo a mi encuentro  
un niño que soy yo mismo.
("Viaje al pasado" de Oscar Alfaro).

AHORA SÍ, EMPIEZA EL DESFILE DE MUERTOS

MI LINAJE MATERNO ANCESTRAL SE HACE PRESENTE

Mi bisabuela: María A. Alvarez. Foto tomada el 8 de enero de 1.889
Mi bisabuelo: N Arias.
Foto tomada a fines del S XVIII

Parados: José Arias (mi abuelo); Frutuosa Atristain (mi abuela); Remedios Atristaín; René Salmón y Carmen Atristaín. Adelante: Luz Arias (mi madre); María Alvarez (mi bisabuela); y Evio Salmón. (Aprox. 1.928).

MI LINAJE PATERNO ATÁVICO


El linaje paterno:
¡Ojito con esta foto! Parados: Rubén Alcoba, Angélica Alcoba y Aurelio Alcoba (más o menos 12 años).
Sentados: Mi abuela Mauricia Aramayo (? - 1.938)  y mi abuelo Aurelio Alcoba (? - 1.952). Foto tomada aproximadamente en 1.927.

Angélica y su papá en 1.952, meses antes de su muerte El gordito de abajo a la izquierda es su humilde serviduro (de casi tres años), No recuerdo el rostro del abuelo, pero si sus manos grandes sujetándome, manos grandes como las mías.


Otra foto de mi abuelo Aurelio Alcoba, cuando fungía como dirigente de un gremio potosino.
Estimo que la foto es de principios del siglo pasado.



Angélica Alcoba con su esposo Andrés Echalar, en Copacabana en el año 1.965.
Lo curioso de esta foto es la colete de mi hermana Roxana, con su cara de mosquita muerta y sus trece añitos.
Don Andrés, como señal de afecto, a mi sister, la llamaba "Tósia".
Mi tía Angélica Alcoba, una de las cinco hermanos, para mi, la más querendona, siempre atenta a darme gusto en todo, con mucho cariño.



EL LINAJE PATERNO CERCANO

Don Aurelio, mi padre, a la edad de 18 años, justo cuando ingresaba a la Guerra del Chaco.
Otra foto de Aurelio en 1.976, recordando sus viajes a Europa.



EL LINAJE MATERNO CERCANO

Doña Luz Alcoba, que me dejó encargado, un "complejo de Edipo" más grande que la Iglesia Santa Mónica de Potosí. ¡Salud!
Mi madre, en la Iglesia de "Las Carmelitas" en Miraflores a donde me llevaba a escuchar misa
cuando tenía tres o cuatro años. La foto fue tomada en uno de mis cumpleaños, cuando le pedí, como regalo, ir a escuchar la misma misa matutina juntos.

LA INFLUENCIA DE LOS AMIGOS

Yury Cerezo, el inolvidable, ágil y entusiasta amigo que se le ocurrió irse del barrio antes de tiempo.
Su alegría de vivir nos identificaba a todos.


Paty Zurita, esposa de Yury. Enemiga de las fotos y amiga de Fico Nietzsche.
De una inteligencia innata, polémica por naturaleza. ¿Quién no recuerda nuestras tertulias a golpes, en derredor de una mesa redonda llena de ricos alimentos?
Cornel Stanescu, mi amigo rumano rockero. Ya en Suecia decidió visitar el hades, mientras escuchaba "The Wall" del Grupo Pink Floyd. Intotdeauna m'spunea sa nu ma intorc in La Paz, ca sa stam impreuna. Cred ca ar fi fost o idea buna.
Mi prima Elba Vasquez Alcoba. Mi mejor amiga. Ella me enseño el alfa y el omega de la sabiduría de la época: A rezar en Todos Santos y a adorar en Navidad, a subirme a los árboles y a ir de día de campo en cualquier momento.

Doña Gaby Urzagaste, mi suegra. Siempre me llamó "Coquito" y se preocupaba por nosotros.
Mucho de su cariño vive en mi hijo Rodrigo. Tenía un loro llamado "Pancho", que había aprendido a gritar "doña Gaby", cuando iba de visita.

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