25 de octubre de 2014

CARTA PARA ARTURO BORDA


Por: Humberto Viscarra Monje
Publicado en “Presencia” el 1.01.1960

Arturo Borda
Arturo:

La vela de tu existencia, que apenas sostenías, se apagó en pleno día, así como esas velas encendidas que llevabas por las calles, bajo la luz del sol, con los ojos cerrados, mirando para adentro quizá qué oleos maravillosos, cuando el demonio familiar saturaba de alcohol tus venas hasta dar a tu cerebro la velocidad de un trompo enloquecido.


Tu vida fue un cuadro mal pintado por un ángel demente, una sucesión de planos grises que sostuvieran en su ceniza momificada la visión blanca de la montaña que amaste tanto. Largo camino bordeado de sueños petrificados y zarzas de soledad. Al fondo, ni una estrella, a los flancos, los abismos de pobre filosofía y sobre el polvo infecundo, ni una huella de mujer.

Siempre recordaré tus ojos tristes llenos de anhelos reprimidos y de vidrio molido. Y tu boca melancólica con esas ironías como piedras ocultando quizá qué ternuras inconfesables y para nadie. Y tu voz de barítono cansado, tan adentro, tan para ti solo, hablándote a ti mismo, de tus cosas, de tus secretos, de tus fracasos, de la guagua que no acababa de crecer en tu alma y del viejo que sentía los años como lápidas cayendo sobre las aspiraciones y los anhelos.

Amabas la noche y te vestías con ella porque la luz del día te abrumaba con su fardo de oro. Te he visto paladeando patillas de silencio o adelgazando la sombra con la niebla de tu cigarrito. Buscabas en el pesar pepitas de luz porque quizá la dicha se te quedó entre los dientes. Y si alguna vez hablamos de mujeres se te atoraba el amor de sólo nombrarlo.
Dibujo
Sólo confiaste tu biografía al viento después de hacer estatuas de trapo y de basura y en tu soledad de bohemio colgabas la hamaca entre dos penas toscas pidiendo al sueño un poco de morfina. Te divertías contando tus heridas, pintando una flor donde surgió una llaga. Cogías, como el gorrión, migajas de ventura, coleccionando miradas y sonrisas de seres adorables que no te amaron nunca.

Alguna vez ponías a secar tus lágrimas al viento y colgabas tu soledad de las estrellas: Tras el chaleco un chaina te cantaba y en tus amaneceres desastrosos el sol te adornaba como a un muro viejo.

Después te he visto enfermo, con los ojos apagados en la sombra próxima, mordiendo unas cuantas palabras que sonaban a ceniza y pasando la saliva con el mismo trabajo con que debe pasar una moneda por la abertura estrecha de la alcancía. Mirabas tus manos con la desidia y la indiferente extrañeza de verlas ya inútiles colgando de los hombros como dos alas muertas. Tan flaco estabas que cabías en un sollozo y de tu carne inocente quedaba apenas el sarmiento que exprimieron la soledad, el alcohol y la fiebre interior.

"Diálogo entre la muerte y el tiempo"
Dicen que has muerto pero yo no creo. Pienso que estas durmiendo una de tus largas borracheras, cuando llenabas el vaso de soledad, de sombra y de pisco barato. ¿Acaso se puede morir más después de haberse suicidado día por día haciendo de cada minuto una píldora de veneno y de cada trago de alcohol un sorbo de amargura?

Yo no fui a tu entierro porque no diga tu alma que me gusta hacerme ver en los cortejos fúnebres y que acompaño los muertos para que también me acompañen a mi cuando me tienda para no levantarme. No habría podido llorar porque contigo hemos reido mucho y te habría parecido ridículo ver salir el alcohol de la pena por los ojos que se han acostumbrado a absorber la luz y devolver amor.

A los veinte días de la partida de Juan te fuiste. No podía ser de otro modo. Porque recuerdo que cuando nos citábamos antaño, tu o él llegaban un poquito atrasados. Ahora la cita fue para siempre y estando tan cerca uno del otro podéis ir del brazo a la primera trastienda que oculte el más allá y tomar interminablemente de ese licor que no se acaba porque surge de las vertientes del infinito.

Hasta luego, Arturo. Desde hoy rezaré a tu castidad de estrella, a tu pureza de ángel suicida, a tu santidad que maceró el deseo en alcohol y disolvió los sueños en el humo de tu cigarrillo.

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