Diego Ballón, Álvaro Montenegro, el quenista llegado de México (¿?), Cristian Laguna e Iván Guzmán |
Ya sea por los altos cerros para contemplar la inmensa altipampa o por los senderos donde ventea el “urucum”, el “khehuayllu”. O por lo menos para pisar la yareta del camino. Eso es Takesi: El mismo camino milenario que trajo hasta acá a nuestros antepasados, hace decenas de miles de años (según Dick Edgar Ibarra Grasso, 30.000).
Delicado piano |
No se podría entender de otra manera, por ejemplo la primera interpretación, donde se lucieron la zampoña (cuyo nombre no aparece por ninguna parte, pero que acaba de regresar de México), y la flauta (Álvaro Montenegro). O “Wara”, una canción de cuna para hacer dormir a una niña nacida entre las montañas (que espero ese sea el caso de Estela, la hijita del bajista Cristian Laguna), una pieza lenta, a ratos saltadita y burbujeante, de amor.
Cariñoso padre |
Eximio interprete |
“Killa” es otra cosa, es un lento paseo por los senderos de la montaña, donde centellean las voces combinadas del piano (Diego Ballón), la flauta y el bajo, pero no de la batería (Iván Guzmán).
Muy buen interprete |
Para Takesi era preciso un otro Guzmán, más taciturno, no uno con su “ajayu” encadenado, incapaz de soportar el tocar bajito y sin poder reprimir sus repentinos rugidos.
La cueca ha sido hecha para que brillen el piano y la flauta, y el público se embelese con sus artistas.
Por último, “Pachamama”, que ya la habíamos escuchado hace unos días. La versión ésta, más calmada y descriptiva.
La cueca ha sido hecha para que brillen el piano y la flauta, y el público se embelese con sus artistas.
Por último, “Pachamama”, que ya la habíamos escuchado hace unos días. La versión ésta, más calmada y descriptiva.
El gran Ivan no le agarra a Takesi |
En suma, la añoranza musical de Takesi sólo se la puede apreciar en la soledad o en la semioscuridad del Teatro Municipal, que les concedió un hermoso rincón húmedo.
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