16 de mayo de 2018

JOSE ENRIQUE VIAÑA Y EL COLEGIO "HUGO DÁVILA"

1.965. Portal del Colegio Hugo Dávila.

La Calle Carrasco amaneció, una mañana de 1.965, poblada de resplandores, como si ella también estuviese de fiesta. En efecto, desde muy temprano, el personal del Colegio Hugo Dávila, alistaba el teatro para celebrar un aniversario más de su fundación. Cada curso había preparado un número. El del mío - el (poderoso) "Cuarto Chile" - constituido sólo de hombres, había alistado un dúo. Pero lo que más me llamó la atención, y es lo que les quiero contar, fue la presentación del número de un curso inferior. Se trataba de un baile español, ejecutado por una simpática señorita vestida para la ocasión, con falda larga. Al girar - ¡que culpa teníamos nosotros! - el vestido se le subía hasta el pecado.

¡Ohhh!, fue el clamor popular que se escuchó en el salón.

Cuando regresamos al aula, para proseguir con nuestros estudios de literatura boliviana con el profesor José Enrique Viaña, en vez de clases, nos dio una tremenda reta: "Ustedes no saben apreciar el arte", nos decía. "En vez de ver a la bailarina se fijan en la mujer..."

¡Así era el profesor Viaña! 


El poderoso "Cuarto Chile" de 1.965. No recuerdo a todos.
Parados: René Soto, Rubín de Celis, Manuel Vaca (QEPD), el Pof. Viaña (QEPD),
Luis Martinez, Terrazas, Jorge Alcoba. Al medio: Cardozo, Torrico y Zurita (?).
Abajo: Soliz, R. Arias, Orzag, Ayaviri, y los dos últimos: Nelson y Rico Vincentti.
¿Dónde está el Luis Alberto "Puscas" Echazú? 

Su estatura era más bien pequeña. Flaco de carnes y vestido con un eterno traje negro. El rostro lo llevaba afilado. Se notaba que la cara hacía esfuerzos por terminar en una nariz chica. Toda ella, estaba resguardada por un par de ojillos negros, inquisidores, que más que mirar revolvían el alma. Usaba gafas pequeñas, que se resbalaban hasta medio camino. En la cabeza portaba frecuentemente y a partir de 1.967, un llu'chu de colores. Su pelo era negro, a pesar de los años.

Me agrada recordarlo, sosteniendo en sus blancas manos, algún libro. ¡Y cómo suspiraba, cuando éste era del nicaraguance Darío! Entonces sacaba de lo hondo del pecho una voz potente, gruesa y sonora, para recitar los ritmados versos de: "La marcha triunfal".

"!Ya viene el cortejo!
!Ya viene el cortejo! 
Ya se oyen los claros clarines ..."

¿Qué es "dardear"? Más que metáfora es explorar
más allá de  las reglas de la gramática. 
Se entusiasmaba mucho con la lectura. En una oportunidad nos contó, con mucha vehemencia, su encuentro con un perro negro de lánguidos ojos, en una calle de Potosí, con el que logró cruzar la mirada. Le inspiró los siguientes versos, presentes en su libro: "La sed inextinguible" de 1.970

"Perro que al mirarme, me hiciste sonrojar:
Yo tengo techo y pan
y acaso eres más bueno, 
perro negro que miras
como si quisieses hacerte perdonar 
el no poder mostrarte alegre, 
de la lluvia y el frío, 
bajo el duro dardear".

También notamos algo de queja, cuando creyó entender que no respetábamos, como se debe, la memoria de la Guerra del Chaco. "No saben ustedes cómo calmábamos nuestra sed" (y nos contaba cómo). Ustedes no saben nada del miedo o del color de los muertos (y nos ofrecía una anécdota). 

La tierra natal de Don Enrique

Cuando se jubiló, varios de mis compañeros iban frecuentemente a su casa a visitarlo, porque lo querían. Una vez fui y logré enterarme de su gusto por la "mejor canción de los Jairas": "No me hagáis eso Rosendo, no te mueras...".

Su influencia izquierdista, por esas cosas del destino, a unos se les pegó en el alma... a mi también, especialmente las estrofas del Himno al Colegio, del cual era el autor:

"Con el paso alegre y ágil
la mirada en el confín
va marchando hacia el futuro
esta hueste juvenil"

Creo que somos la prueba de los estragos y logros que la educación firma sobre los cuerpos. Esta la razón para que reclame airoso, el trato poco cariñoso que le ha otorgado la "Biblioteca Boliviana del Segundo Centenario de Bolivia".

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