17 de septiembre de 2015

URPI BARCO

URPI BARCO Y EL AROMA COLOMBIANO

Desde un inicio la cosa comenzó de buena manera: Al abrirse el telón, la voz de Urpi Barco - acompañada por el grupo - inundó el teatro, llenándolo de alegres presagios de un buen espectáculo.

Camilo Granados y Urpi Barco
Como Colombia es un país que tiene salida, tanto al Océano Pacífico como al Atlántico, el grupo se dio el lujo de regalarnos melodías de ambos, sin olvidar las otras regiones. 
Pedro listo para colocar las notas de percusión
a los arreglos del grupo

Qué entusiasmo reinó en la sala, cuando de pronto gracias principalmente a la gran creatividad de Pedro Jackson en la percusión, el escenario se llenó de arena, de cielo azul, de pescadores y campesinos, de pájaros, de ciudad. O cuando el potente sonar de tambores, acompañaron las conversaciones entre el saxo de Ricardo Narvaes y Urpi.

El movimiento sensual de la cantante le puso
mucha sal a las interpretaciones.
Entre las canciones que más gustaron estuvo la vieja composición “El cascabel”, vestida de un ropaje nuevo y atrayentes arreglos. O aquella en la que se nombra al corazón: ¡Cómo retumbaba éste! 
Los arreglos de las cumbias finales, hicieron mover hombros y cabezas de un público que comprendió que se encontraba en contacto, aunque sea por unos pocos minutos, con la magia del jazz colombiano.

SCHÄRLI, MOREIRA Y FEIGENWINTER


El grupo suizo brasilero, empezó tocando una composición del trompetista (Peter Schärli), cuyo abstracto tema central lo desarrolló justamente este instrumentista. En esta oportunidad, el acompañamiento del piano (Hans Feigenwinter), fue más bien duro, seco, enfatizando los tonos. En “Carioca” una composición del guitarrista (Juárez Moreira), se planteó un acalorado e inolvidable debate, entre la trompeta y el piano.


“Pausa para María” (eso es lo que entendí del medio castellano de Peter), fue una dulce canción de amor, que la inició la guitarra. La suavidad invadió primero la ejecución grupal y luego todo el ambiente. Fue como si nos hubieran regalado un trozo de chocolate suizo a cada uno de nosotros.


“Castelo” es otra obra que se deslizó suavemente por un tobogán que iba de los ejecutantes al público. Lo interesante acá es que incluso las estridencias estaban bajo control, colaborando con el efecto global, no sustituyéndolo.

Luego escuchamos una composición de Hans, una “obra dura” como dijo Peter, llamada “Cochaclot” (eso es lo que oí), donde el piano y la guitarra describieron bellas piruetas… no note nada de “duro”. El “Ultimo avils” (?) de Moreira, fue otra pieza ejecutada con maestría por el guitarrista.

De pronto el delicado trompetista nos confesó: “a nos, nos gusta mucho tocar aquí”.

Luego disfrutamos de una otra composición de Moreira “Bajou (o barraú) barroco”, una pieza inspirada en la música brasilera y que fue ejecutada a través de intrincados arabescos. Por último “Gracias mi amor” que más que una canción era una apasionado llamado a alguien que no se anima a dar el paso definitivo.


Nos encontramos con un grupo de gigantes, constituido por grandes figuras del jazz mundial. La fama que les precede quedó ratificada. Cada pieza estuvo en su sitio, cada solo. Imposible confundirlos(as). Pero, además, cada uno(a), en su momento, fue una estatua de aire que se irguió y vivió fuertemente en nosotros, aunque condenado(a) a morir, no bien acabase su ejecución, para así poder abrazar al recién nacido. Finalmente, causó buena impresión que semejante grupo se preocupe tanto por lograr una impecable presentación como de que su público los entienda.

DANILO ROJAS TRIO

La presentación de Danilo Rojas (piano), comenzó con una cueca que mostró la alta creatividad del ejecutante y que colocó en aprietos al oyente. La quimba fue la culpable de esta suerte de ceguera de oído.

El trío en acción
Luego, el trio ejecutó una larga zamba seguida de un huayño - si es que lo reconocí bien - que contó con un solo de bajo (que no era Cristian Laguna como dice el programa), que nos trajo a la memoria las bellezas que se puede hacer con una guitarra eléctrica, pero de bajo nada. En esta obra nuevamente el piano se dispara, dejando al oyente con la única alternativa de cerrar los ojos, para no perder la belleza de la interpretación.

Danilo x 4
Por último la chacarera, melodiosa, novedosa, pero que contó con un solo de percusión (Marcelo Murillo), muy limitado, que fue en desmedro de la presentación grupal.

La música viajó entre Bolivia y La Argentina, pintando a las zambas y cuecas de azul. Una presentación de alto nivel, lástima que el grupo no haya estado a la altura del pianista.

Por último vale la pena indicar, que la base de las interpretaciones son una serie de largos arpegios, plenos de nostalgia y que no podía ser de otra manera pues, nos encontramos con un otro querendón de SU La Paz, que llegó armó un grupo, ensayó, lo presentó y luego se irá a su Melbourne querido.

Bajista y percusionista en stereo

16 de septiembre de 2015

TIERRA CUATRO

Si has gozado con la poesía de la película “Sueños” de Akira Kurosawa, entonces comprenderás mejor a Tierra Cuatro. Lo que vimos en el escenario, fueron cuatro pajaritos, al estilo de Kurosawa, que tocaron con mucho gusto y maestría.

Eri, Yamashita, Masatoshi y Kazuhiko 

Interpreta la quena
con pasión
Como no hay, ni hubo, un programa específico para cada actuación, no hay manera de saber los nombres de las canciones. Lo que escribo a continuación, es lo que logré entender del medio castellano del simpático quenista (Yamashita Yohei).
 Si empezaron describiendo justamente los pajaritos que vuelan entre árbol y árbol enlos Yungas, la segunda entrega fue un viaje en tren, que es una composición de la pianista (Eri Uenoyama). 
La pianista luciendo sus galas
En esta obra, cada instrumento tiene su momento para describir lo que ve desde la ventanilla del convoy: Una pampa, un cerro, las llamas pastando, un recoveco del camino, etc. que es lo que hacen el guitarrista (Kazuhiko Kainuma) y el baterista (Masatoshi Kainuma).

Un fino baterista




La composición que  Yamashita remarcó como especial, fue “Kadama” que en español significa “el hueco del viento”. Canción extraña, que describe el aire - o lo que este significa éste para su milenaria cultura - a veces agitado a veces calmo. El piano y la pianista se lucieron cada cual a su manera.
Luego vino “El oso en primavera”, que describe los graciosos movimientos de un(a) oso(a), que sale a retozar con las flores. De pronto aparecen los(as) oseznos(as), también brincando y jugando. Más que canción, es un juego musical.


Causó un gran encanto en sus oyentes.
“Tierra cuatro” no camina como Takesi: Describe. Para ello, el grupo aprovecha de la mesurada participación de sus instrumentistas. Se dotan a sí mismos de una magnifica oportunidad para entregar una obra en grupo y de grupo, de personas que saborean del mismo pan y que lo traducen en un buen espectáculo.

Siempre me pregunto, de dónde viene el amor de los japoneses por Bolivia. ¿Se sienten cercanos, porque se ve reflejados, tal vez, en nuestra cultura? ¿Quizá la culpa la tienen las viejísimas concepciones del tao que llegaron hasta nosotros con las antiquísimas migraciones mongólicas?

Hasta la vista amigos(as)

TAKESI

La nostalgia es un batracio de piel seca que nace en el pecho de quienes están lejos de casa. Los que hemos sentido su saliva viscosa lo sabemos. Estos jóvenes son sobrevivientes confesos de la marca del sapo. Por eso su música es un paseo por Bolivia. 

Diego Ballón, Álvaro Montenegro, el quenista llegado de México (¿?),
Cristian Laguna e Iván Guzmán
Ya sea por los altos cerros para contemplar la inmensa altipampa o por los senderos donde ventea el “urucum”, el “khehuayllu”. O por lo menos para pisar la yareta del camino. Eso es Takesi: El mismo camino milenario que trajo hasta acá a nuestros antepasados, hace decenas de miles de años (según Dick Edgar Ibarra Grasso, 30.000).

Delicado piano
No se podría entender de otra manera, por ejemplo la primera interpretación, donde se lucieron la zampoña (cuyo nombre no aparece por ninguna parte, pero que acaba de regresar de México), y la flauta (Álvaro Montenegro). O “Wara”, una canción de cuna para hacer dormir a una niña nacida entre las montañas (que espero ese sea el caso de Estela, la hijita del bajista Cristian Laguna), una pieza lenta, a ratos saltadita y burbujeante, de amor.
Cariñoso padre

Eximio interprete
“Killa” es otra cosa, es un lento paseo por los senderos de la montaña, donde centellean las voces combinadas del piano (Diego Ballón), la flauta y el bajo, pero no de la batería (Iván Guzmán). 

Muy buen interprete
Para Takesi era preciso un otro Guzmán, más taciturno, no uno con su “ajayu” encadenado, incapaz de soportar el tocar bajito y sin poder reprimir sus repentinos rugidos.

La cueca ha sido hecha para que brillen el piano y la flauta, y el público se embelese con sus artistas.

Por último, “Pachamama”, que ya la habíamos escuchado hace unos días. La versión ésta, más calmada y descriptiva.
El gran Ivan no le agarra a Takesi

En suma, la añoranza musical de Takesi sólo se la puede apreciar en la soledad o en la semioscuridad del Teatro Municipal, que les concedió un hermoso rincón húmedo.

15 de septiembre de 2015

PERÚ JAZZ

Este grupo nació en el Perú. Dos de sus integrantes, hace treinta años que tocan juntos. Estos jóvenes tampoco le pudieron decir chau a sus raíces y se dedicaron a andar por las fusas de la música de su país, para crear algo propio, lo que evidentemente, no les llovió del cielo. 

"Queremos comparti con ustedes nuestra creación"

Manongo Mujica



Ellos proclaman que desean hacer “funcionar la tradición”, pero no al garete sino “respetándola y buscando en ella”. Y es verdad, con esfuerzo se distinguen las raíces musicales, que se siente que están ahí vibrando, pero el arreglo es a veces tan complejo que, en los arabescos de noche, se los pierde vista.


Jean Pierre Magnet


Los que le dan vida a la banda, son el saxo (Jean Pierre Magnet), y la batería (Manongo Mujica). Aquél tocado a veces suavemente a veces fuerte, le otorga ese aire de Perú, con el que los paceños y paceñas catalogamos a la música de esas tierras tan cercanas e importantes para todos nosotros. En efecto, la prueba está en que no nos perdemos el simpático programa sabatino “Qué tal Perú”. 
Por su lado la batería tiene dos componentes, el instrumento y el batero. Aquél con dos o tres detalles que llamaron la atención: El uso de mazas para tocar el bombo, el platillo en espiral y uno otro, chillón. Respecto del hombre, estaba lleno de sorpresas. Apareció aporreando al instrumento con mazas para, de inmediato cambiarlas por las sutiles escobillas. A veces tocaba en los bordes de los tambores y cuando llegaba el turno del percusionista callaba, pero no profundamente, de repente se desperezaba, con uno u otro ruidito.


Cesar Ballunbrosio


En varias de las composiciones, la batería y el bajo fueron la base rítmica de canciones fuertes. Por su lado el percusionista (Cesar Ballunbrosio), nos parece que no entregó esta noche, toda su capacidad en el manejo de los instrumentos, pero que para el baile es un as. Su cuerpo grácil y sus piernas delgadas, le permitieron regalar al público un solo de sonidos de zapateo bien logrado.
Andrés Prado
El guitarrista (Andrés Prado), fue otro que le gusta hacer sus buenos solos, siempre desde la distorsión ácida del sonido de su guitarra.


En general, su música es bullanguera pero seria. Es posible que este resultado se deba a la influencia de la riqueza musical hallada y arreglada con tanta pasión.



Cesar bailando
Las composiciones. De entrada nos regalaron un “Salón de baile”, que retrató los salones de Lima (suponemos), de hace sesenta años. Luego una ruidosa marinera. Cuando le llegó el turno de cantarle a Chincha, la tierra de Cesar, el sacó su violín y acomodándolo en su cintura, empezó a tocar “Amador” (el nombre de su papá), que contagió a todos con su ritmo. 
Luego vino “Chincha Saudita” y por último, el mejor número, un huayno que nos hizo mover los hombros a todos. Tiene razón Manongo cuando dice: Hemos venido a compartir nuestra creación con la gente que quiere escucharla”. 
¡Bien Perú!

"Hacemos funcionar lo tradicional"

ANDESWING

EL PLACER DE SER ANDINO

Atendieron al grupo, ciento cincuenta personas en platea,
mitad hombres y mitad mujeres. En anfiteatro y galería cien almas.
Este grupo no se anda con pequeñas, agarra la música que tiene sus raíces en las cercanías de la Cordillera de Los Andes y logra hacerla balancear de manera creativa. Este artilugio le permitió, principalmente al charanguista (Raschid Alba Ale), expresarse libremente.

El creativo Raschid
Y si no fuera por el joven de la zampoña (Félix Arturo Rodríguez), la cosa volaría. Ni que decir del guitarrista (no estoy seguro si fue Efraín Velásquez), más ácido que “Grateful Dead”. La batería (Edwin Carrillo), se deslizó tranquila, haciendo su trabajo, lo mismo que el bajo (Efraín Blass).
El psicodélico guitarrista
El programa, aparentemente fue sencillo: Un “doctorcito” más swing. Luego una cueca más swing. Después el “Cóndor pasa”  - de Daniél Alomía Robles, 1.913, Perú cuya interpretación fue dedicada a Perú Jazz - en la que se propone una nueva descripción del ave y del paisaje. 

Efraín y Felix, haciendo de las suyas
En seguida, la sumatoria de una saya, un bailecito y swing que dio como resultado “Coroico”. Por último un suri-sicuri de Oruro más swing.

Edwin y sus tambores





Todas las composiciones mostraron dedicación, gran creatividad y fueron bien interpretadas.
Para terminar una sugerencia. Me parece que la no inclusión de instrumentos de percusión ha limitado la expresión de la banda. 

JORGE DÁVALOS: ESTÉTICA DEL ELEMENTO CÁRNICO

En un ambiente pictórico raro y semioscuro, el gris y el rojo sucios se mezclan con trozos de carne, de grasas, de caras y de cuerpos despar...